Hell-Bourg es sin duda el pueblo más bonito de Isla Reunión. Su localización es incomparable y es el lugar preferido por los montañeros ya que está pegado al circo de Salazie, desde donde salen algunas de las mejores rutas de la isla.
La vida allí es tranquila y hay pocos alojamientos y restaurantes. Se puede ver en una tarde o una mañana, simplemente dando un paseo por sus calles, admirando sus coloridas casas criollas (post anterior) y disfrutando de las vistas.
Justo antes de llegar al pueblo hay un mirador que impresiona:
Dedicamos nuestra estancia en Hell-Bourg a ver una de las cascadas más conocidas de Reunión, ‘el velo de la novia’. Lo más normal es admirarla desde algunos de los múltiples puntos de vista que existen. El más conocido está poco antes de llegar a Salazie (pueblo) aunque durante el viaje hacia Hell-bourg por la D-48 va apareciendo por sorpresa entre cortado y cortado. Pero, es tan bonita, que lo que más apetece es acercarse. No está indicado, pero hay un camino bajo el mirador que existe junto antes de llegar al pueblo de Salazie y que nos pareció que podía ir hasta la cascada. Y no nos equivocamos.
A partir de ese punto, mejor usar alguna APP tipo MapsMe, ya que vas entre huertas, puentes y bosques. Es imprescindible llevar buen calzado y un sombrero. El último tramo tiene bastante pendiente y subes por un riachuelo, así que mejor llevar las manos libres.
¡Último tramo! (aguantando el equilibrio sobre una piedra)
Una vez arriba, a disfrutar. Dedícale el tiempo que merece, aparca la cámara de fotos y siéntate un rato a admirar el paisaje y la cascada.
Subida a Be-Mahot
Uno de los puntos de vista más bonitos que encontramos en la localidad no venía en la guía. Queríamos llegar a Be-Mahót pero en lugar de hacerlo en coche, subimos andando.
Son dos horas de caminata cuesta arriba, pero llevables. Un buen plan puede ser llevarte la comida y parar en algunos de los puntos de picnic que hay en el camino. No es extraño, ya que el picnic es algo así como el deporte nacional en Reunión. Llega el fin de semana y todo el mundo echa al coche la mesa, las sillas y el bocata y… de excursión. Una costumbre maravillosa que nosotros adoptamos con gusto.
Y llega un momento, en el que no puedes subir más. Se acaba la carretera, se corta el camino y y solo queda montaña. Ahí está Be-Mahot, un minipoblado donde solo se oye cantar a los pájaros. Vivir ahí arriba no tiene que ser nada fácil, pero se respira un tranquilidad indescriptible.
Camino al Pitón de la Fournase
Al día siguiente volvimos sobre nuestros pasos y seguimos nuestro viaje hacia el sur, hacia el Pitón de la Fournase, uno de los imperdibles del viaje. De camino merece la pena hacer alguna parada, como Pitón Sante Rose, una pequeña localidad junto a la costa que no tiene nada de particular, pero si la sitúas en el mapa, parece increíble que un día la lava llegara a cubrir las calles del pueblo. Fue en 1977 y para recordarlo han conservado la lava que rodea la iglesia.
Para seguir con la tradición del picnic, un buen lugar donde parar puede ser Anse des Cascades, siguiendo la costa hacia abajo.
Es el último punto de paso antes de llegar al Grand Bulé, la enorme lengua de lava solidificada que sigue creciendo cada año. La lengua llega desde el cráter hasta el océano y la carretera atraviesa esta zona, que no puede ser más fantasmal.
Cambias de golpe del verde de las montañas al paisaje negro y extraño que rodea un volcán activo, una de las cosas que más ilusión nos hacía del viaje. Y no nos decepcionó. ¡Lo dejamos para el siguiente post!
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Hell-Bourg y la costa este hasta el volcán Pitón de la Fournase