Con encanto
Cuando el jefe Mondongo me exigió volver a Logroño, le pedí que me mandara a un hotel de tres estrellas como mínimo. «¡Yo soy un señor catedrático -le espeté- y tengo un estatus que mantener». El jefe Mondongo me miró extrañado, balbució algo sobre la troika y los recortes y me contestó que había tenido […]