Al jefe Mondongo le han llegado las últimas encuestas y está muy preocupado: ha leído con horror que Pedro Sanz está a punto de perder la mayoría absoluta. No se lo cree. Me pregunta por qué los riojanos son tan desagradecidos. Yo le respondo que Sanz lleva veinte años mandando cuando dijo que sólo iba a estar ocho y que además ha habido muchos casos de corrupción en el PP y hasta le he contado algo de la sede del partido en Logroño, del arquitecto filántropo y del dinero negro… Pero estas cosas Mondongo no las entiende. Al jefe, que es bastante simplote, solo le interesan los problemas binarios, que se resuelven tajantemente con un sí o con no, sin matices ni complejidades, como en un referendum (en esto Mondongo es muy de Podemos). Así que le he hablado de ese tal Albert Rivera, un mocete que aún parece echarse garrafones de colonia Nenuco después de ducharse y que le está quitando muchos votos al PP.
La señora Maritrini, por ejemplo, está pensándose cambiar de voto por una vez en su vida. Lo de Rato fue la gota que colmó su vaso. «¡Qué necesidad tenía de andar chorizando por ahí!», iba gritando mientras fregaba los retretes. Así que casi había decidido votar a Ciudadanos, aunque no tenía ni pajolera idea de quiénes eran los fulanos que se presentaban en La Rioja.
El problema de estos mocetes que huelen a limpio es que, a veces, hablan. Y dicen que los viejos ya no pueden reformar nada y que el mundo es de los jóvenes y que no hay que meter más de dos personas por habitación y que hay que subir el iva del pan. A la señora Maritrini, como ahora solo compra barritas de muesli, lo del iva del pan no le importa demasiado. Lo que le mosquea es lo de los viejos. Se ha sentido herida. «¡Qué sabrá ese panoli!», le ha soltado. Ahora no sabe a quién votar.
Estas diferencias son graciosas. En el poblado, a los ancianos, aunque suelen ser tocapelotas y se ponen muy pesados con sus historias de cuando reinaba Undú, los respetamos y les escuchamos. Aquí, en cambio, los arrumban. Claro que en la tribu, a la edad que tiene Albert Rivera uno ya es viejo. Además, Albert debe andarse con cuidado, que ya se le empieza a ver el cartón y el tiempo pasa deprisa.