La hija de la señora Maritrini se ha hecho de Podemos. Dice que por lo menos son nuevos. Me ha soltado un mitin mientras tomaba en el bar mi desayuno civilizado favorito (unos churros con un sol y sombra). Cuando se le ha acabado el resuello, le he contado la historia de cuando al poblado llegaron unos tipos que se pusieron en círculo, se quejaron mucho (con razón) de Mondongo y su tropa de mangantes y dijeron que ellos habían venido a cambiarlo todo. ¡Eran los nuevos!
Primero dijeron que querían dar un dinerillo a cada fulano solo por existir. También dijeron que podríamos jubilarnos a los 60 años. Incluso dijeron que no íbamos a pagar la deuda. Hubo gente que se echó las manos a la cabeza y otros que les creyeron: ¡Eran los nuevos!
Pero luego les entró el canguele o quizá solo echaron cuentas. Así que dijeron que lo del dinerillo para todos era si acaso una hermosa utopía y que había que dar un poco más a quien menos tiene, pero sin pasarse, o sea más o menos lo que ya había. También dijeron que lo de los 60 años era una pequeña exageración y que los 65 años de momento nos iba mejor. Incluso dijeron que la deuda había que pagarla a tocateja, pero que siguiéramos confiando en ellos porque eran distintos: ¡Eran los nuevos!
Primero escogieron como mesías a un tal Gramsci, un comunista que murió hace ochenta años, y luego de repente se pasaron a un tal Palme, un socialdemócrata muerto hace treinta años. Finalmente concluyeron que ni siquiera eran de izquierdas y ni mucho menos radicales. ¡Ellos solo eran nuevos! Luego empezaron a pegarse como cochinos, echaron a unos, pusieron a otros en su lugar y alguno se fue porque aquello se estaba pareciendo demasiado a lo que había antes.
Al final montaron una fiesta en el poblado y trajeron a dos estrellas invitadas: uno que fue presidente socialista en los tiempos de maricastaña y otro que montó un grupo musical cuando la Transición.
Bumbú, que es un poco retardado, preguntó en voz alta: ¿Pero estos no eran los nuevos?
Lo malo es que nadie supimos qué responderle.